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El perfume de Nardo

El evangelio de este Lunes Santo me ha llenado de ideas que quiero compartir con ustedes.

Les describiré las 3 ideas que surgieron de estas líneas del evangelio (Juan 12, 1-11)

Pero antes de esto debemos recordar que Jesús seis días antes de celebrar la Pascua estaba en Betania en casa de Lázaro, ese mismo al que tiempo antes había resucitado.


Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.

Dice el evangelio que este perfume era de nardo, puro y muy costoso. Y sí, porque en ese tiempo los nardos se daban en la India en lugares muy altos, lo que me llama la atención es que usa este adjetivo "puro" ya que un perfume puro era considerado para ritos, pero aparte hablar de puro es que era algo digno para la grandeza, para la majestad, ¡era un perfume digno para Jesús!. A María no le importa el precio, ya desde antes ella había escogido la mejor parte (Lc 10, 42). ¿Recuerdan cuándo Martha se queja de ella con Jesús? y Jesús le dice que María ha escogido la mejor parte; este acto de derramar perfume y ungir sus pies y secarlos con su cabello nos habla de un amor profundo basado en el agradecimiento, María sigue escogiendo la mejor parte y nos enseña a postrarnos a los pies de Jesús agradeciendo. Si me pongo en el lugar de María no podría dejar de llorar de agradecimiento.


Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura.

Estás palabras me conmocionaron mucho, ya que su hermano Lázaro había muerto tiempo atrás y ella no lo uso para Lázaro, lo reservo para algo mejor. María ungió a Jesús, lo preparó para su sepultura, nadie pudo ungir el cuerpo del Maestro, ya que era tarde cuando lo llevaron a la tumba que José de Arimatea había dispuesto para Jesús; en el evangelio de Marcos capítulo 16 nos cuenta que "pasado el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago, y Salomé, compraron perfumes para perfumar el cuerpo de Jesús. Y el primer día de la semana fueron al sepulcro muy temprano". Eso nos da idea que no lo pudieron preparar. ¡María de Betania lo había hecho con anticipación! Esto me llevo a recordar un poco la parábola de las vírgenes prudentes (Mt, 25, 1-13). No sabemos cuándo llegará el novio, ni cuando se vaya, tengamos siempre preparadas nuestras lámparas llenas de aceite y reservemos el mejor de los perfumes para Él.


Un grato perfume.

Cuando hablo de reservar el mejor de los perfumes hablo de la oración, tengo la certeza que este perfume nunca se acaba porque no es que brote de nosotros, sino que como don dado por el Espíritu Santo es inagotable. Llenemos nuestra casa con el perfume de la oración, pero también con el perfume del amor por el prójimo. Ama a tu cónyuge, ama a tus hijos, ama a tus padres, ama a tus hermanos; el amor que brota del corazón de Dios, no se cansa ni descansa.





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